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La inclusión empieza en casa

Viernes, 9 julio 2021

Fíjate en el movimiento de sus articulaciones”, explica Mehataz, terapeuta de la Fundación Vicente Ferrer, a la madre de Charan Tej, que tiene parálisis cerebral. 

Mehataz visita a Charan semanalmente para hacer seguimiento de su terapia y garantizar que los padres se involucren y conozcan mejor las necesidades de su hijo.

La Fundación Vicente Ferrer gestiona ocho centros residenciales: tres para menores con parálisis cerebral y cinco para niñas y niños con discapacidad intelectual, todos ellos destinados a ofrecer terapia y rehabilitación.

Sin embargo, estos centros cerraron puertas en marzo de 2020 a causa del confinamiento.

Este parón repentino ha causado estragos en el progreso que los terapeutas habían conseguido con los niños.

Por eso, cuando acabó el confinamiento, la Fundación decidió organizar sesiones de terapia a domicilio.
La evolución de los movimientos de Charan después de la terapia es sorprendente. La terapia en casa es una bendición para nosotros”, dice su madre.

Netravathi nació con una discapacidad intelectual y dificultad en el habla.

El confinamiento afectó gravemente a nuestros ingresos. Cuando Nethra volvió del centro, tuve que quedarme en casa para cuidarla y no pude ir a trabajar, explica su madre.

Kalawathi, de la Fundación Vicente Ferrer, es la terapeuta encargada de hacer el seguimiento de Netravathi.

Enseñamos actividades de la vida diaria como el control del esfínter, la higiene, la identificación de objetos, el alfabeto, los números, etc. Les proporcionamos apoyo lúdico y estimulación en función de su discapacidad. Durante las visitas a domicilio pedimos a los padres que presten apoyo emocional a sus hijos y les asignamos tareas sencillas para que las hagan juntos, explica Kalawathi. 

Arun Tej, que tiene autismo, es uno de los 2799 niños inscritos en este programa.

Su terapeuta, Mehataz, estimula su sentido del tacto a través de diferentes texturas que le relajan. “Después de la terapia, intenta cepillarse el pelo solo y ha aprendido a mantener el contacto visual”, explica su madre.

Suresh y Abhi son dos hermanos que nacieron con discapacidad intelectual. Ambos ingresaron en uno de los centros de la Fundación cuando tenían nueve años y salieron en 2018 al cumplir los 18.

Desde entonces, son autónomos y capaces de atender las tareas del hogar mientras sus padres trabajan como jornaleros fuera de casa.

Lahari, una niña con síndrome de Down, también recibe el apoyo de Mehataz, una de los sesenta profesionales que trabajan en este programa.

El equipo de terapeutas se encarga de realizar sesiones de terapia a domicilio a todos los niños de la región que se les ha asignado. Todos los días recorren varios pueblos y atienden hasta cuatro niños.

Así es como este programa de la organización, que lleva décadas de trabajo, ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos para garantizar un acceso continuado.

El trabajo que hago es difícil y a veces incluso frustrante. Pero me ha hecho ser consciente de que echar una mano solidaria puede cambiar vidas, y ese pensamiento me motiva cada día”, explica Mehataz.